martes, 21 de agosto de 2007

El desorden que no vemos

Por un principio suyo empezaremos:    210
Ninguna cosa nace de la nada;
No puede hacerlo la divina esencia:
Aunque reprime a todos los mortales
El miedo de manera que se inclinan
A creer producidas por los dioses
Muchas cosas del cielo y de la tierra,
Por no llegar a comprender sus causas.
Por lo que cuando hubiéremos probado
Que de la nada nada puede hacerse,
Entonces quedaremos convencidos   220
Del origen que tiene cada cosa;
Y sin la ayuda de los inmortales
De qué modo los seres son formados.

Porque si de la nada fuesen hechos,
Podría todo género formarse
De toda cosa sin semilla alguna.
Los hombres de la mar nacer podrían,
De la tierra los peces y las aves,
Lanzáranse del cielo los ganados,
Y las bestias feroces como hijos    230
De la casualidad habitarían
Los lugares desiertos y poblados:
Los mismos frutos no daría el árbol,
Antes bien diferentes los daría:
Todos los cuerpos produjeran frutos;
Pues careciendo de principios ciertos,
A las cosas ¿qué madre señalamos?
Pero es porque los seres son formados
De unas ciertas semillas de que nacen
Y salen a la luz; en donde se hallan    240
Sus elementos y primeros cuerpos:
Por lo que esta energía circunscribe
La generación propia a cada especie.

Además, ¿por qué causa en primavera
Vemos nacer la rosa, y en estío
Los frutos sazonados, y las viñas
En los días hermosos del otoño?
Sino porque a su tiempo las semillas
Determinadamente se reúnen;
Sale la creación si ayuda el tiempo;    250
La tierra vigorosa con certeza
Da a luz sus tiernos hijos: si naciesen
De la nada, saldrían al momento,
En tiempo incierto y estación contraria:
Pues que carecerían de principios
Cuya unión el mal tiempo no impidiera.

Ni para su incremento cualquier cuerpo
De tiempo y conjunción de las semillas
Necesitara, si crecer pudiese
De la nada: pues jóvenes se harían     260
En un instante los pequeños niños;
Y apenas los arbustos asomasen,
De repente a las nubes se alzarían:
Y vemos que sucede lo contrario,
Puesto que poco a poco van creciendo,
Imprimiendo un carácter cierto y fijo
Con su propio crecer a cada especie.
Venir puedes de aquí en conocimiento
Que cada cuerpo crece y se sustenta
De su materia propia y de su jugo.    270

Además, que la tierra no daría
Sin ciertas lluvias sus alegres frutos;
Ni el animal privado de alimento
Su especie propagara, ni podría
Conservarse a sí mismo: antes diremos
Que muchos elementos son comunes
A muchos individuos, así como
Las letras a los nombres: pues sentemos
Que sin principios nada existir puede.




De la naturaleza de las cosas : poema en seis cantos
de Tito Lucrecio Caro ; traducido por D. José Marchena. 1918.

Libro primero. Versos 210 - 279


Disponible en Cervantes virtual. O bien, a través de este enlace. Al pulsarlo, se abre una ventana con instrucciones que se cerrará automáticamente pasados dos minutos. La ventana contiene la dirección del libro y pulsando sobre ella se abre una ventana de cervantesvirtual.com, pero con el error de acabar en htm-OjO. Basta borrar en la barra de dirección -OjO y pulsar la tecla de retorno (enter).

El primer verso se explica por el anterior:

"Sino pensando en la naturaleza.

Por un principio suyo empezaremos:"


Es decir, empezaremos por un principio de la naturaleza: el de que nada procede de la nada sino de causas anteriores.

Y en el Libro segundo, versos 901 y ss.

No creamos que puede mutuamente    901
Toda especie de átomos unirse;
Pues se verían monstruos de continuo,
Existirían hombres medio fieras,
Y de un animal vivo nacerían
Frondosos ramos; se unirían substancias
Terrestres a marinas; las quimeras,
Lanzando fuego de su horrible boca,
Todas las producciones de la tierra
Devastarían: mas si nada de esto    910
Se hace claramente, pues los cuerpos,
Formados todos de elementos fijos,
Por una cierta fuerza creadora,
Vemos que pueden conservar su especie
Particular conforme van creciendo,
Preciso es que este orden se conserve:
Porque cada animal saca los jugos
Que le son más análogos al cuerpo
De todos los sustentos que le nutren,
Y le dan movimientos convenientes:    920
Empero las moléculas extrañas
Que no han podido unirse, ni animarse,
Ni consentir vitales movimientos,
Naturaleza las arroja al suelo,
O por una inacción se libra de ellas.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Sin sitio para Dios

os preguntamos por lo que no conocemos cuando tomamos conciencia de que el esquema de lo conocido está incompleto. Cuando constatamos que, más allá de lo que hemos visto, aún hay más espacio o que hay épocas de las que no sabemos nada.

Pero también cuando vemos que el mundo conocido, los datos que observamos, parecen ser independientes y sin embargo muestran un orden. Y como el orden, las leyes de la realidad no son una cosa más entre las cosas sino regularidades en lo que observamos, es fácil buscar la razón de ese orden en algo más allá de las cosas. Esa es la raíz de todas las preguntas de la humanidad sobre la Naturaleza.

Nos debemos hacer dos preguntas sobre esto. La primera es si realmente hay un orden en los fenómenos y la segunda, si debemos buscar una ley fundamental de ese orden más allá de los propios fenómenos ordenados.

La idea de que hay un orden se debe a que los fenómenos son previsibles en el tiempo y su disposición es la de regularidades. Así, por ejemplo, todos los días sale el Sol y todos los cuervos son negros, ejemplos favoritos de los filósofos de la ciencia. Pero ni siquiera que no todos los cuervos sean negros o que haya generalizaciones llenas de excepciones debilita que haya un orden, pues lo opuesto sería el caos que no observamos.

Si, por lo tanto, admitimos que el mundo parece ordenado, el prejuicio antropomorfista de siglos nos lleva fácilmente a pensar que hay algo fuera de los hechos ordenados y que es la causa de ese orden. Tendemos a aplicar un esquema de hechos cotidianos en los que las cosas quedan desordenadas salvo que las ordenemos nosotros y la tendencia espontánea de la Naturaleza al máximo desorden parece ratificar ese prejuicio. Y así como la primera ley de la termodinámica hizo muy infelices a los teólogos, la segunda los llenó de sonrisas.

Pero eso que llamamos desorden no es caos, no es ausencia de leyes naturales ni fenómenos que sean excepciones a ellas. Las mismas leyes rigen todas las situaciones por mucho que las veamos como un caos y de hecho podríamos interpretarlo todo con igual legitimidad como la tendencia natural al equilibrio y a lo más probable.

Así que la segunda pregunta parece tener sólo una respuesta: la de que no podemos observar una situación de caos sino de leyes naturales permanentemente en acción. Y nuestros prejuicios acerca de un ordenador, tanto si adoptan la forma antropomorfista de un Dios ordenador o la de unas leyes que se imponen a la Naturaleza desde algo concebido como fuera de ella, deben ceder su sitio a una mera descripción positiva de hechos ordenados y de relaciones entre magnitudes observables en forma de funciones.

No hay nada más allá ni nada incompleto en la Naturaleza. No queda sitio para un Dios.