sábado, 1 de septiembre de 2007

Debate sobre las causas y la voluntad libre

Cuando observamos dos seres distintos entre los que hay -digamos- una causa (por ejemplo: la mariposa procede de la crisálida y ésta del gusano y éste del huevo, etc. o la Luna orbita alrededor de la Tierra) no observamos además la causa. Observamos sólo los seres, cada uno de ellos cambiando.

Si se trata de una transformación, como el gusano en mariposa o la semilla de roble en árbol del roble, podemos seguir esta transformación viendo cómo paso a paso el gusano cambia hasta ser una mariposa. Pero si se trata de ver a la Luna orbitando alrededor de la tierra sólo veremos la luna en determinadas posiciones relativas a al Tierra. La causa no se puede entender sino como una relación.

Ahora bien, podemos ver que dos cosas suceden frecuentemente juntas y no es eso a lo que llamamos relación causal. Si la idea de Hume fuera que sólo hay una coincidencia o sucesión de fenómenos, sería trivial. Por ejemplo, podemos ver que una persona que va al curandero, al pastor evangelista milagrero, incluso que toma un medicamento, se cura. Y podemos ver que eso sucede con regularidad. Ahora bien, nos interesa saber si el curandero, el milagrero o el medicamento curan al enfermo. No es la regularidad aparente lo que nos interesa sino si realmente curan.

En los experimentos a los que se somete a los medicamentos, pero a los que no se someten curanderos o milagreros de ningún tipo, se procede al ensayo doble ciego en el que el que administra el tratamiento no sabe lo que administra ni lo sabe el paciente ni el que evalúa la curación.

Se toman pastillas de, por ejemplo, un antibiótico y otras con el mismo aspecto y sabor pero sin el antibiótico. Y se dan por un controlador que sabe a quién se han dado, pero no lo revela ni al que las administra ni al que las toma ni al que evalúa. Sería igual que poner dos curanderías o dos capillas de milagros, unas con el curandero/milagrero y otra con un buen actor del círculo escéptico.

Todo esto revelaría que

1/ hay personas que se curarían con los pases o las oraciones falsas del escéptico y que la probabilidad de que se curara el que va al "autentico" sería la misma que la que va al falso. Es lo que se llama "efecto placebo"

y 2/ que determinados tratamientos a los que se denominará autentica medicina y farmacología curarán por encima del efecto placebo, lo sepan o no y sobre todo, cuando no se sabe.

Información es lo que hace acertar por encima del azar o bien otras circunstancias como el efecto fe. Y eso se comprueba manipulando la presencia y ausencia, la frecuencia de aparición y su intensidad.

Por eso podemos decir que la medicina y, en general, las ciencias experimentales conocen cómo suceden los fenómenos, o lo que es lo mismo, conocen sus causas, y que eso no es meramente una asociación casual de fenómenos.

Pero vayamos al tema de la voluntad.

Yo puedo ver que decido, que recuerdo que me quemé con la sartén de niño y la cojo por el mango, que comparo varias opciones. Pero también que parte de mis decisiones no son razonadas. Por ejemplo, la diferencia entre la primera vez que tratas de arrancar un coche y lo que haces después de horas de experiencia no consiste en la comprensión de las cosas sino en la creación de automatismos. No se trata de una deliberación sino de la creación de una rutina que actúa sin pasar por un proceso consciente, salvo de los datos acerca de lo que hay y la intención acerca de lo que deseamos que resulte.

Lo mismo cuando aprendemos un nuevo idioma. No basta con conocer sus reglas sino que debemos automatizar su aplicación. O reconocer un idioma extraño y más si está escrito en caracteres extraños.

Y un ejemplo decisivo es la gran cantidad de actos medio automáticos que ejecutamos al día. Bajamos una escalera sin pensar al mover los pies, o nuestra mano va directamente a la posición de la palanca de cambio de nuestro coche, pero al usar uno nuevo volvemos a llevarla donde "debería" estar la palanca y ahora no está.

Lo interesante para mí es que en todos los casos: razonados o instintivos, no percibimos coacción externa, nada que se oponga a un movimiento, decisión o acto nuestros. Los percibimos como identificados con nosotros mismos, no como algo que nos fuerza.

Pero, lo mismo que al hablar de la causa, si entendemos que seguimos leyes no es porque las leyes coaccionen y hagan sentir esa coacción sino porque somos regulares y previsibles, como cuando vamos a buscar la cartera en el bolsillo de la chaqueta y llevamos la chamarra sin bolsillo interior.

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