os preguntamos por lo que no conocemos cuando tomamos conciencia de que el esquema de lo conocido está incompleto. Cuando constatamos que, más allá de lo que hemos visto, aún hay más espacio o que hay épocas de las que no sabemos nada.
Pero también cuando vemos que el mundo conocido, los datos que observamos, parecen ser independientes y sin embargo muestran un orden. Y como el orden, las leyes de la realidad no son una cosa más entre las cosas sino regularidades en lo que observamos, es fácil buscar la razón de ese orden en algo más allá de las cosas. Esa es la raíz de todas las preguntas de la humanidad sobre la Naturaleza.
Nos debemos hacer dos preguntas sobre esto. La primera es si realmente hay un orden en los fenómenos y la segunda, si debemos buscar una ley fundamental de ese orden más allá de los propios fenómenos ordenados.
La idea de que hay un orden se debe a que los fenómenos son previsibles en el tiempo y su disposición es la de regularidades. Así, por ejemplo, todos los días sale el Sol y todos los cuervos son negros, ejemplos favoritos de los filósofos de la ciencia. Pero ni siquiera que no todos los cuervos sean negros o que haya generalizaciones llenas de excepciones debilita que haya un orden, pues lo opuesto sería el caos que no observamos.
Si, por lo tanto, admitimos que el mundo parece ordenado, el prejuicio antropomorfista de siglos nos lleva fácilmente a pensar que hay algo fuera de los hechos ordenados y que es la causa de ese orden. Tendemos a aplicar un esquema de hechos cotidianos en los que las cosas quedan desordenadas salvo que las ordenemos nosotros y la tendencia espontánea de la Naturaleza al máximo desorden parece ratificar ese prejuicio. Y así como la primera ley de la termodinámica hizo muy infelices a los teólogos, la segunda los llenó de sonrisas.
Pero eso que llamamos desorden no es caos, no es ausencia de leyes naturales ni fenómenos que sean excepciones a ellas. Las mismas leyes rigen todas las situaciones por mucho que las veamos como un caos y de hecho podríamos interpretarlo todo con igual legitimidad como la tendencia natural al equilibrio y a lo más probable.
Así que la segunda pregunta parece tener sólo una respuesta: la de que no podemos observar una situación de caos sino de leyes naturales permanentemente en acción. Y nuestros prejuicios acerca de un ordenador, tanto si adoptan la forma antropomorfista de un Dios ordenador o la de unas leyes que se imponen a la Naturaleza desde algo concebido como fuera de ella, deben ceder su sitio a una mera descripción positiva de hechos ordenados y de relaciones entre magnitudes observables en forma de funciones.
No hay nada más allá ni nada incompleto en la Naturaleza. No queda sitio para un Dios.
miércoles, 8 de agosto de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Hay un orden en todo, pero es un orden contingente. Podría haber sido de otra forma. ¿Por qué es así, pues? ¡Porque sí!, según el ateo. Es decir, si tenemos que haceros caso, el orden está en todo, pero el todo no está en orden: él mismo en su inmanencia resulta inexplicable y gratuito.
En su respuesta hay una suposición: que el orden ha de tener una explicación desde una especie de razón última. Pero nuestro conocimiento no parte de razones últimas sino que, como mucho, llega a formular leyes corroboradas por la experiencia.
No podemos plantearnos si el mundo podría haber sido así o de otra manera, de igual modo que el teísta no puede partir de la esencia de Dios para probar nada pues la esencia de Dios siempre sería desconocida para él.
Su misma frase: "él mismo en su inmanencia resulta inexplicable y gratuito" es aplicable al concepto de Dios, con la diferencia de que las leyes científicas explican sucesos naturales mientras que la existencia de Dios no explica nada.
Sursum corda! Filosofía
Puede que Dios no explique nada, pero convierte al mundo (tomado como un todo) en explicable. Explicable para Dios, al menos. Este idealismo, si bien no contribuye a que la ciencia haga progresos concretos, la libra de posiciones demasiado relativistas que contemplan la razón como un simple "molde" al que ajustar determinadas regularidades empíricas. Un ateo está obligado a pensar así, ya que las ideas eternas sólo tienen sentido en una mente divina.
Coincido con sursum corda, irichc responde a una inercia que se confunde con el temor. No se puede (bueno, es un decir, porque se puede todo; habría que decir, sería más "sano") "temer" la caída en lo que sea (por ejemplo el "relativismo") por dejar libertad al pensamiento (es decir, por reducir al mínimo el peso de los preconceptos. Hay que estar dispuesto a renunciar a lo heredado en nombre del descubrimiento y de la economía de pensamiento. Lo demás es un esfuerzo que refleja más miedos u otros miedos...
Bueno, hasta pronto.
Publicar un comentario