martes, 7 de abril de 2009

Mundo real o solipsismo

Tratar sobre el conocimiento empezando por afirmaciones sobre lo que hacen nuestros ojos o nuestro cerebro o sobre lo que opina la ciencia acerca del conocimiento es dar por resueltos muchos problemas. Mis conocimientos son contenidos de mi conciencia y sólo sé que son verdaderos si sé que son verdaderos todos los supuestos que he usado para verificarlos.

¿Y si -como dice el solipsismo- debiéramos poner en cuestión si sé que existe un mundo?

Parece una petición absurda pues tal pregunta no se me ocurrió a mí, salvo si lo que leí en un libro de filosofía en mi juventud era sólo un contenido de mi conciencia que parecía venir de un mundo externo.

Sin embargo, el interés del desafío solipsista no está en que pueda no haber un mundo externo sino en que afirmar que lo hay sólo es posible respondiendo a esas cuestiones.

Me puedo preguntar que si creo saber que otros tienen las mismas experiencias acerca del mundo que tengo yo, eso es algo que sé y, por tanto, es algo en mi conciencia. ¿Cómo salir del propio yo y creer que hay un mundo? Y más aún ¿cómo decir que formo parte del mundo y que, por ejemplo, mi cerebro es sólo materia como la de las rocas o las estrellas?

En primer lugar, que nos podamos plantear seriamente o como juego dialéctico la posibilidad del solipsismo es ya una paradoja para el solipsismo. ¿Cómo tengo la impresión de que hay algo que no soy yo si todo son contenidos de mi conciencia?

Un realista puede comprender que un sujeto con alucinaciones cree escuchar voces de las que no duda que sean reales. Es dramático el caso de los esquizofrénicos que dicen oír que Dios les habla y les ordena matar a su madre. ¿No podríamos creer que el mundo no es real y que sólo es una alucinación?

También es evidente que soñamos a veces cosas que parecen verídicas mientras soñamos y que nada de lo que vemos y oímos en el sueño es real.

Pero hay dos cosas que decir al respecto:

1. El contenido de la conciencia, lo que creo que sé, no es el mundo y podría no existir más que mi yo. Ese "solus ipse", sólo yo mismo, es algo teóricamente posible. Pero tampoco puedo decir que lo que conozco soy yo.

Me despierto y no recuerdo nada de hace más de diez minutos por lo que mi conciencia no existía y sin embargo creo recordar cosas de hace tres días. Creo recordar cosas como

"¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice!

Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;"


La vida es sueño. Jornada 1. Escena 2

Pero no lo recuerdo como

contra vosotros bebiendo, durmiendo, o cosas de rima idéntica.

Y cuando recuerdo cosas como "siete por siete, cuarenta y nueve" no tengo la misma impresión que si dijera "treinta y seis".

Pero lo cierto es que sólo tengo impresiones sucesivas y en "qué delito cometí" no hay nada perceptible que indique que debe ser seguido necesariamente por "contra vosotros, naciendo" y no por otra cosa. Cualquier discurso mío fragmentado no puede ser reconstruido como que una palabra sea consecuencia de la anterior.

Así que lo que contiene mi conciencia no revela ni agota mi yo y no conozco de éste más que lo que conozco del mundo.

2. Mi yo existe si "existir" tiene algún sentido como el habitual. Es lo que dijo Descartes y antes que él Agustín: no puedo engañarme sobre que existo pues si no existo no puedo engañarme

"Acerca de estas verdades no hay motivo para temer argumento alguno de los académicos, aunque digan: ¿qué, si te engañas? Porque si me engaño ya soy; pues el que realmente no es, tampoco puede engañarse, y, por consiguiente, ya soy si me engaño. Y si existo porque me engaño, ¿cómo me engaño que soy, siendo cierto que soy, si me engaño? Y pues existiría si me engañase aun cuando me engañe, sin duda en lo que conozco que soy no me engaño, siguiéndose, por consecuencia, que también en lo que conozco que me conozco no me engaño; porque así como me conozco que soy, así conozco igualmente esto mismo: que me conozco."


La ciudad de Dios, Libro 11. Capítulo 26.

Pues bien, sé que existo por el mismo hecho de pensar. Pero ¿qué autoriza a decir al solipsista que sólo existe él mismo y no el mundo si no sabe qué es él y qué es el mundo?

Aparentemente, hay cosas que son como espero y cosas que me sorprenden, como si me tropiezo y caigo al suelo. ¿Por qué esta diferencia si sólo existo yo? Hay cosas que son como deseo y mi mano se mueve pero otras no y me da tos en el teatro, tengo necesidad de beber y no puedo dejar de respirar.

Por lo tanto, si tengo contenidos de conciencia no puedo decir que la única realidad es eso, sino el único contenido posible del conocimiento. Pero la realidad, sea el yo o el yo y el mundo, no es el conocimiento y tenemos la pregunta de si el conocimiento es verdadero porque disociamos lo que conocemos de lo que es conocido.

Lo importante es que hay cosas que conocemos y que están fuera de nuestro control de muchas maneras. Algunas, como hemos visto, no las esperamos o nos suceden sin que podamos evitarlas, independientemente de nuestra conciencia o fuera de un ámbito de la actividad de imaginación. Pero otras no podemos controlarlas en absoluto como que el sol salga o que la tormenta se desate. Y por esos motivos dividimos lo que conocemos en dos partes: yo y no-yo.


-¿Qué es conocer?
-¿Qué conocemos?

8 comentarios:

Carlos Suchowolski dijo...

Se trata de los tres últimos de abril en los que señalaba la necesidad de la ontología, o su imprescindibilidad para el hombre (con una relectura del determinismo, la causalidad y lo "formal"). Algo así... Pero creo que podré ser más preciso en el post que tengo casi a punto de subir y que gira en torno a "las conclusiones" de Leo Strauss (y por ende de Nietzsche y el "existencialismo").
Vuestro "Mundo real y solipsismo" daba pie a "meteros" en la polémica que en realidad nació de un post mío acerca del "Carácter intelectual del liberalismo (2)", que continuaré en cuanto acabe con esto de las "precisiones".
Gracias y hasta cuando querrais y como mejor os parezca.
Un saludo.

Santiago dijo...

Hola Sursum.

El solipsismo, a nivel absoluto, es irrefutable: no puedo saber si estoy aquí o estoy soñando, y no hay forma alguna de saberlo.

Sin embargo, usando el sentido común, que creo que es cómo hay que filosofar, la cosa parece más sencilla. Cuando analizamos el sistema perceptivo y cerebral de un ser humano vemos que está estructurado como un "hacia fuera". Nuestros ojos están preparados para captar ondas electromagnéticas del mundo exterior y usamos un buen trozo de cerebro a decodificar esa información, nuestro oído capta ondas sonoras externas, nuestro tacto presiones, temperaturas externas; nuestro sistema de equilibrio (en la cóclea del oído interno) no tendría sentido sin un mundo externo en el que permanecer en equilibrio...

Parece que el sapiens no percibiera con más o menos realismo el mundo exterior, no hubiera sobrevivido... ¿o no es la mejor estrategia evolutiva enterarse de qué pasa fuera?

Claro que, podría objetarse que todo lo que he dicho también forma parte del sueño en el que estoy metido, del engaño... Sí, pero, ¿qué razones hay para pensar en que eso sea así? ¿No es algo retorcida la idea de un "genio maligno" engañándome? Yo creo que ante dos hipótesis indemostrables, me quedo con la menos extravagante: que vivo en un mundo real.

Un saludo

Sursum corda! dijo...

Hola Santiago. Bienvenido.

Está claro que pienso que el solipsismo es refutable en el sentido de que si mi experiencia contiene cosas que no conozco o que no deseo, el conjunto de cosas que están en mi conciencia no se reduce a lo que en otros momentos tenía en mi conciencia.

Si experimento algo inesperado, algo a lo que deseo resistirme y no soy capaz, algo que puedo observar pero me cuesta reproducir, algo que hago sólo tras haberme habituado, entonces no todo se reduce a la conciencia actual, lo único que conozco que está en mi conciencia. Por lo tanto o es un caos o es debido a algo que no está en mi conciencia.

Decir que está en una parte inconsciente de mi conciencia es decir que no está en mi conciencia y darle un nombre extraño a la cosa. Es el juego intelectualmente deshonesto de los supuestos solipsistas (si lo fueran realmente no tratarían de convencerNOS de nada. O de convencerSE).

Pero veamos.

De pronto siento un ruido que me sorprende, tengo un tic en un dedo, afirmo algo como una multiplicación y constato seguidamente que he recordado mal el resultado. No podría decir que lo que está en mi conciencia: la percepción, es idéntica a cuando digo una palabra, abro o cierro la mano a voluntad o digo que dos más dos es igual a cuatro.

Esas cosas que he experimentado no han parecido de mi conciencia como las que he producido conscientemente y hay alguna diferencia. Si no la hubiera lo natural no sería que el solipsismo pareciera paradójico sino que lo pareciera el realismo.

Pero tampoco puedo dejar de respirar, poner la mano en el fuego un tiempo ilimitado, evitar dormirme, sentir dolor al resultar herido. Son cosas que puedo prever, que puedo esperar razonablemente que sucedan y que no puedo controlar ni evitar dad el caso de que lo intente. Luego hay una disociación entre lo que puedo controlar desde mi yo y lo que no es controlable del mismo modo sino a través de otros sucesos intermedios como apagar el fuego o apartar una tijera que me pinche. O algunas cosas no puedo evitarlas, como respirar o dejar de dormir.

¿Todo es mi yo según el solipsista? Pues es un yo parcelado y sin control directo de unas parcelas por la otra a la que siente más vinculado mi yo.

Lo mismo con aprender un idioma o a conducir a base de práctica, a tocar un instrumento a base de ensayos que llevan a que los dedos se muevan sin la premeditación necesaria de los primeros intentos. O a conducir sin tener que poner atención a cada movimiento de mis pies o mis manos. O veo que una lenguaje desconocido no me es tan desconocido tras unos meses de práctica o que, por el contrario, se me olvida.

Querer reducir todo a la propia conciencia sólo es posible ignorando todo lo anterior.

Pero tampoco podemos partir como tú dices, Santiago, de mecanismos fisiológicos como el funcionamiento de ojo al fundamentar filosóficamente el conocimiento pues equivale a dar por resuelto ese problema de qué es mi yo y que es el no yo. Lo que sucede es que intuitivamente lo hemos resulto desde la niñez, constatado que hay cosas que controlamos y cosas que no podemos controlar con el mero deseo sino a través de manipulaciones de objetos mediante partes de nuestro cuerpo que controlamos desde nuestras decisión.

A lo último que dices sobre el genio maligno de Descarte, por ejemplo, sólo añado que si vemos que algo exterior nos influye y no tenemos más datos no podemos fingir la hipótesis más compleja por mera economía de pensamiento. Podemos decir que algo que produce sensación de color produce sensación de color. No sabemos más. Pero añadir que es un genio maligno es idéntico a la explicación de las tormentas por la ira de Zeus sabiendo que Zeus está enfadado si hay tormenta.

Nos quedamos con la tormenta y la realidad y omitimos a un Zeus y un geniecillo innecesarios a lo que se ve.


Un saludo.

Carlos Suchowolski dijo...

Mi interés estribaba había surgido en atención al tema que tratabais como dije antes, pero luego encontré un comentario en el blog de Ferreira (creo) donde "pedías" una explicación del origen de la conciencia o de su genealogía. Supongo que se trata de precisar al detalle, pero al mismo tiempo llevas la cuestión hasta el extremo de preguntarse por la posibilidad de que se pueda asumir el solipsismo... lo que por mi parte rechazo, y no porque crea que uno u otro juicio pueda demostrarse "verdadero" (en un sentido absoluto) sino porque volvería a plantear la cuestión en otro plano salvo... mediante una medida constrictiva-positivista o una mención al "misterio insondable" que obligasen a "callar". Claro que quien prefiera anclar su conciencia entre incertidumbres y oscuridades puede hacerlo y lo hará, pero los pensadores natos no podrán. Y creo que esto es lo decisivo para dirimir las cuestiones de base. Que es de lo que hablaba en los post mencionados y vuelvo a hablar aquí más ordenadamente quizás:

http://unanuevaconciencia.blogspot.com/2009/04/nuestra-vida-y-conciencia-en-el.html

Ya me contareis. Gracias y un saludo.

José Luis Ferreira dijo...

Creo que ya conocéis mi postura de que el solipsismo se refuta porque las demás mentes pasan el test de Turing, como explicaba en mi blog. Está esto en la línea de lo que dice Sursum corda! en el comentario anterior.

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

Yo creo que la reacción más racional al solipsismo es la del camarero al que un cliente en un bar le pregunta que si lo que el ha servido es té o café. "¿No puede Vd. distinguirlo por el sabor, señor?", pregunta al cliente. "¡No, no puedo!", responde éste enfadado, a lo que el camarero responde: "Pues entonces, ¿qué más le da que sea café o té?".
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Pues lo mismo: si no podemos averiguar si existe algo ADEMÁS de nuestra experiencia subjetiva... ¿qué más da que exista o que no exista? Gocemos de la experiencia, que merece la pena.
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Por otro lado, si adoptas una epistemología en la que lo importante es maximizar la información que tienes y la coherencia de esa información (o sea, la epistemología de Otto Neurath), entonces la EXPLICACIÓN solipsista de nuestra consciencia es bastante menos coherente e informativa que la EXPLICACIÓN naturalista (pues la primera no nos dice por qué experimentamos lo que experimentamos, ni cómo están relacionadas unas cosas con otras en el mundo -sea éste mi consciencia, o algo más-).

Sursum corda! dijo...

Jesús:

El chiste es perfectamente válido para aplicárselo a un solipsista: si no sabe qué es el mundo y el yo ¿qué más le da diferenciarlos o identificarlos?

En realidad sólo conocemos relaciones entre hechos: si deseo mover mi mano la muevo, pero si deseo que el sol aparezca con forma cuadrada se me resiste. Y, como digo en el texto, si tengo sueño, hambre, cansancio, si estoy enfermo o sufro una herida, no puedo modificar esos hechos por mi voluntad.

Hay la hipótesis chistosa del "cerebro en una olla" pero llevamos todas nuestras vidas contrastando si estamos en una olla o si lanzando un tranco al río flota y una piedra se hunde. Es infinitamente más complejo un mundo que simule un mundo que el mundo simulable.

Sursum corda! dijo...

José Luis:

Cuando nos sentimos engañados por alguien no tenemos duda de que existe. Todo solipsista debería echar unas partiditas contra Kasparov.