sábado, 14 de marzo de 2009

Respuestas 8. RAZONES CONTRA EL RELATIVISMO MORAL

LO QUE DIRÍA UN ALIENÍGENA RACIONAL.



Quiero explicar con más detenimiento por qué un acto injusto entre los humanos debe ser reconocido como tal para cualquier criatura racional del universo. Quiero explicar un poco mejor que existen hechos morales y que, en tanto que hechos, existen con independencia del sujeto. Y, si existen, cualquier ser racional podría entenderlos.


Veamos por qué sí existen juicios morales verdaderos.


Empecemos por otros tipos de juicio. Retomemos el caso de la visión de colores. Yo veo delante de mí una manta de color rojo. ¿Existe el color rojo con independencia de los sujetos humanos (de la mayoría de nosotros)? No, ya sabemos que el color es una construcción de nuestro sistema visual. Éste “transforma” determinadas formas de energía en la experiencia de color. No hay un rojo absoluto. Vale. Pero, como ya dije, eso no significa que yo no vea el color rojo. Es totalmente cierto que lo veo.


¿Cómo podría un alienígena saber si miento o no cuando yo digo que estoy viendo el color rojo en una manta? Pues resulta que si el alienígena en cuestión no tuviese el mismo tipo de sistema visual que yo, jamás podría saber en qué consiste mi experiencia de color, ni siquiera podría imaginar de qué se trata. Por tanto, ¿podría el marciano decir que estoy diciendo una verdad o una mentira? Evidentemente no. Más sencillo: si no dispongo de microscopio, ¿cómo podré confirmar o negar lo que dice ver con él quien sí lo tiene? ¿Cómo podría yo negar o confirmar la existencia de células sin disponer de microscopio? Sólo si poseo el sistema visual adecuado (el ortopédico microscopio) podré pronunciarme sobre lo que dice el científico ver con él.


Pues lo mismo: sólo un alienígena que pudiera ver colores podría juzgar si miento al decir que veo colores y que, en concreto, esa o aquella manta es roja.



22.1. Un hecho puede ser descrito por cualquier ser consciente y racional y, por lo tanto, cualquiera que afirme algo idéntico a esa descripción dice algo verdadero y el que diga algo diferente, algo falso. El hecho de que un caballo tenga cuatro patas no depende de quién afirme tal hecho ni de qué palabras se usen para "caballo", "cuatro" o "patas" ni de qué gramática describa la composición de un hecho complejo a partir de hechos más sencillos. Así, en cualquier lenguaje que contenga esos elementos "un caballo tiene cuatro patas" es una afirmación verdadera acerca de un hecho empírico y su traducción a otro lenguaje con esos elementos será también verdadera.

22.2. Del mismo modo, una afirmación de un hecho que contenga unas relaciones determinadas sigue siendo verdadera después de que se transforme en otra afirmación acerca de otras relaciones. Así, "las pirámides de Giza están cerca de mi casa" es verdadera si el que lo afirma es uno de los guías que vive en El Cairo. No se puede decir que no es verdad porque las pirámides no estén cerca de mi casa, lejos de esa ciudad. Sin embargo, sigue siendo verdadero que las pirámides están cerca de la casa del guía en El Cairo, lo diga quien lo diga.

22.3. La ciencia es, como método, el conjunto de procedimientos que permiten obtener afirmaciones verdaderas acerca del Universo y, como resultado, ese conjunto de afirmaciones verdaderas de acuerdo con los criterios válidos de observación y verificación. Por lo tanto, la ciencia se ocupa de afirmaciones que son válidas para cualquier persona una vez traducido el lenguaje y transformadas las relaciones.



Vayamos ahora a la cuestión de los juicios morales. Tengamos en cuenta algunos hechos que, salvo el solipsista, todo el mundo sabrá reconocer.

1. Los seres humanos distinguimos entre daño accidental y daño intencional. Aquél no nos indigna, mientras que éste sí. Nadie se indigna cuando le cae un rayo, aunque sí aparece la congoja (si se sobrevive a él, claro está. También es posible que se indigne con Dios, si cree en Él, claro). Pero todo el mundo se indigna (es instintivo, como vimos) si recibimos un golpe o agresión psicológica intencionada de otra persona en sus cabales.


2. Los seres humanos emitimos juicios morales de manera instintiva, tanto si somos nosotros quienes sufrimos una injusticia como si son terceras personas. Podemos decir: “Es una injusticia: A Fulano le pagan menos por el mismo trabajo por ser negro.” El requisito para que se produzca indignación es que se reciba un daño intencionado (injusto).


3. Cuando alguien dice: “los golpes que me das son indignantes” está diciendo que son injustos, que no se los merece, que son malos. Lo uno lleva a lo otro, pues ciertas palabras están encadenadas semánticamente entre sí, cohabitan en ciertos campos semánticos. El sentimiento de indignación (indigno: no merecido) implica el juicio de que lo recibido es malo.


Ahora la pregunta es: ¿es verdadero o falso que esos golpes son indignantes? Nótese la analogía con el ejemplo del color rojo. Sólo quien posea el aparato psíquico apropiado para juzgar instintivamente lo justo o lo injusto de una acción, podrá pronunciarse sobre el carácter verdadero o falso del enunciado que pronunció aquél que recibió los golpes intencionados. Es decir, para poderse pronunciar, el alienígena necesitaría pensar como un humano. De lo contrario, sería como pretender juzgar si es verdadero o falso el enunciado del científico que habló de células tras mirar el microscopio.



23.1. Un daño no intencional, como que el Sol nos queme la piel o que un amigo nos pise al girar sin advertir que estamos a su lado, es un daño, un mal, algo que va contra el estado propio de nuestro cuerpo. Por eso evitamos quemarnos o nos apartaremos si vemos a nuestro amigo girarse sin vernos. Creemos que ambas cosas producen un mal, un daño, en nosotros y tratamos de evitar ese mal evitando su causa. Y si se tratase de un bien trataríamos de ponernos en disposición de recibir el efecto que creemos bueno. Eso se puede lograr por nuestra propia acción: apartarnos o acercarnos, o actuando sobre aquello que podamos modificar de lo que causa nuestro mal.

23.2. Pero una acción humana consciente se sigue de una elección consciente y si la acción nos causa daño lo que trataremos de evitar será esa elección consciente influyendo como podamos en el sujeto que elige. O de modo análogo en el caso de que nos haga un bien. Podremos alejarnos de quien puede causarnos mal pero podemos modificar su acción de un modo que no nos sería posible con el Sol que nos quema o con un fuego que podríamos apagar, a diferencia del Sol. Y es que sabemos que alguien que toma decisiones tiene en cuenta el resultado de sus actos según sus fines e intereses. Así, las respuestas humanas tienden a crear una situación modificada con respecto a la anterior y en la que la elección del sujeto que nos hacía daño ya no nos resulte perjudicial o nos resulte beneficiosa.

23.3. Y como la moral trata de los actos conscientes según el bien o mal que resulta de ellos, los diferenciaremos según quién ejerce la acción y quién es objeto de tal acción y según sus resultados. Por ejemplo, si una persona descuida su higiene o su salud y de eso le viene un daño se hará un juicio moral sobre sus actos como contrarios a su vida y bienestar denominándolos vicios por entender que son debidos a hábitos defectuosos pues reportan un daño o defecto. O lo mismo con las virtudes pues lo que reportan son beneficios y mejoras. También en caso de que una persona por su intención o negligencia produzca un mal diremos que ha sido mala y si de su acción consciente ha resultado un bien, buena.

La moral no se ocupa de las consecuencias de actos no conscientes por lo que he dicho antes: porque en ese caso trataríamos de disfrutar de los resultados buenos y de evitar los malos sin tratar de influir en el comportamiento del agente. Así, un enfermo contagioso puede transmitir su enfermedad involuntariamente e incluso sin que le sea posible evitarlo, como en la transmisión de la gripe o los resfriados, y de eso se ocupará la medicina. La moralidad y, en último término, las leyes se ocuparían de un enfermo que actuase para contagiar su enfermedad, acto del que se podrían derivar daños para otros. En el primer caso se trataría de actuar sobre su salud y las posibilidades contagio. En el segundo, sobre sus decisiones y sus actos.

23.4. Pero todo acto sobre otro para facilitar que cause un bien o impedir que cause un mal implica una decisión y una valoración propia que tendrá la forma de una regla moral pues se trata de un comportamiento consciente cuya finalidad es un mal o un bien. Es, por tanto, un asunto de moralidad el que nos parezca bien, mal o indiferente que otro cause un bien o un mal y nuestras decisiones y nuestros actos serán morales desde ese punto de vista.

23.5. Y es algo esperable que si tenemos una capacidad para juzgar los actos según la finalidad del bien juzguemos los nuestros, los de los demás y los que podemos realizar para facilitar o impedir los de otros en vista del bien como fin pues nuestra acción o inacción con respecto a los actos morales de otros tienen por necesidad resultados buenos o malos que podemos desear o tratar de impedir. Lo que resultaría imposible sería el juzgar algo sin tener unos fines propios y una valoración propia del bien y del mal.

23.6. Cuando conocemos un hecho conocemos de un modo objetivo si se trata de un bien o un mal si damos a esos conceptos un contenido relativo a la existencia y desarrollo propio de los seres involucrados, aunque sólo la conciencia de un fin o desarrollo propio del ser permite dar un sentido a esas afirmaciones y, en ocasiones, un uso a veces abusivo de la analogía.

23.7. No hablamos de bien ni mal si un río arrastra una piedra o si ésta se rompe. Imaginamos que es indiferente que la piedra esté en un sitio o en otro, entera o hecha pedazos. Sin embargo podemos ver como un mal más probablemente que un rayo queme un árbol o que una estatua se deteriore, ya que no creemos, como lo hacíamos con respecto a la piedra, que sea indiferente para el árbol o para la estatua existir de una manera o de la otra sino que hay algo que debería ser de una manera y ha sido cambiado a algo impropio de su estado óptimo.

Esto es aún más claro si el árbol o la estatua nos pertenecen, pero incluso si no tenemos un interés directo en ellos lo podemos ver como un mal, un estado no deseable para ese objeto, aparte de nosotros.

23.8. De forma similar, consideramos que hay una forma óptima de existir y propia de ser una persona antes de cualquier daño que se le pueda causar y, por lo tanto, entendemos que el mal es todo deterioro con respecto a esa forma en que existiría por sí misma. Pero esa consideración objetiva de lo malo o lo bueno no concierne a la moralidad salvo que el mal o el bien sea el resultado de una acción consciente. Una enfermedad o un ataque de un animal producirán daños a una persona, pero no son males que tengan que ver con la moral.

Distinguimos también los bienes y males de que se ocupa la moral de los bienes o males llamados morales por contraposición a físicos. Así el resultado de un golpe puede ser un daño físico mientras que el de un insulto público es un daño moral, no porque el segundo sea juzgado moralmente y el primero no, sino porque afecta al entendimiento y sensibilidad del insultado y no a su cuerpo en lo que podemos ver de él.

23.9. Veamos entonces qué puede ocurrir cuando alguien valore moralmente un hecho en el que hay un mal como resultado de una acción consciente. Y hablamos del mal como resultado final pues es obvio que puede haber un mal como medio para obtener un bien que lo compense, como cuando un médico hace algo que nos molesta o nos duele pero nos sana. Sin embargo, cuando el fin buscado conscientemente es un mal o contiene un mal resultante para un persona deberemos examinar tres posibles puntos de vista: el de quien recibe el mal y quienes participan en algún modo de los fines de ese acto, el de quien lo causa o participa de ello y el de los que no participan de ningún modo.

Parece claro que quien actúa consciente y libremente lo hace adecuando sus actos a un resultado deseado pues conoce lo que desea y nada externo lo obliga a desearlo. Por tanto desear algo y percibirlo o concebirlo como un bien final de la acción propia debe ser una misma cosa ya que el bien de la acción es aquello en lo que encuentra su desarrollo, su cumplimiento y su resultado. Luego no se desea algo como mal en cuanto mal, sino sólo eventualmente como medio para el bien deseado. Así, alguien puede tomar un vaso de vino porque desea el vino y sin saber que contiene un veneno; sabiendo que contiene un veneno pero creyendo que es invulnerable; sabiendo que va a morir pero esperando un paraíso tras su muerte; o tratando de evitar un mal visto como mayor que la muerte. En todos los casos, el vino, creer que no morirá, que disfrutará de un paraíso o que dejará de sufrir son bienes pues es en ellos en los que la intención y la acción se cumplen, a pesar de que la muerte sea un mal en cuanto destrucción de la persona que decide.

23.10. El que hace algo desea su propio bien, pero puede causar un mal a otro intencionalmente como resultado o parte del resultado. El mal del otro es un bien para él pues es la finalidad que busca o es una consecuencia esperable del fin que busca, sin la cual no obtendría lo que quiere. En esos casos una acción tiene dos consecuencias y el que actúa considera el bien que le produce sea en si mismo un mal para otro o le produzca un mal. ¿Acaso no existen esos casos? No podremos decir que nadie ha deseado matar a su enemigo o que no ha deseado robar los bienes de su vecino privándole de ellos pues así sucede continuamente.

El que recibe un mal no desea la acción y desea evitarla pues su fin y su bien es lo opuesto al de quien actúa y a eso, por lo tanto, se le puede llamar un acto injusto o no equitativo. Pero el que actúa desea la acción y su resultado pues son aquello que cree un bien para él.

23.11. ¿El robo, por ejemplo, no será un bien para quien obtiene los bienes que desea y un mal para quien se ve privado de ellos deseándolos? No se trata de que el ladrón ignore que el robo es un mal para la víctima sino que el fin que desea puede ser el mal de la víctima o implicarlo sin que le importe como fin sino, si acaso, como premisa de la que puede deducir una oposición de la víctima. Y del mismo modo juzgarán quienes participen del robo beneficiándose o quienes sean víctimas de algún modo.

23.12. Quienes no se vean implicados no juzgarán ya que ni de permitir la acción ni de evitarla se siguen consecuencias para ellos, pero es realmente difícil encontrarse en ese caso pues uno se ve implicado en muchos sentidos. Puede no estarlo actualmente, pero lo estará potencialmente en un caso similar. Es así como las reglas morales no pueden considerar sólo un acto determinado o unas personas determinadas sino un conjunto de hechos similares dados actualmente o previsibles en un futuro. Así, el trato injusto de uno para otro implica a un tercero en cuanto que puede ser actualmente parte dañada por tener un interés en la víctima o en cuanto que puede serlo, directa o indirectamente, en un futuro. El robo puede perjudicar a alguien que colabora con nosotros y perjudicarnos indirectamente, o si alguien ha robado a un tercero y no es castigado puede robarnos en un momento futuro y por eso juzgamos su acción como mala. Y si tomamos a la sociedad en su conjunto de personas con las que colaboramos, el robo o el delito en general perjudican su existencia y, por lo tanto, a nosotros.

23.13. Cuando alguien no aprueba un acto no es porque lo considere injusto. El ladrón sabe que es malo ser robado y no quiere ser víctima de un robo, pero encuentra beneficioso robar. El tirano sabe que dominar sobre sus conciudadanos es injusto y desea esa injusticia de tener para él todo el poder que quita a los demás. Ningún ladrón desea que todos sean ladrones ni ningún tirano que todos sean tiranos: esperan hacer a otros algo que tratarán de impedir que los otros les hagan a ellos. Por lo tanto, lo que mueve a alguien a decidir es obtener un bien del que participa o evitar un mal, no la justicia ni la equidad.

23.14. Sin embargo hay dos motivos por los que una gran mayoría deseamos la justicia y la equidad para nosotros y para todos los que nos importan: que juzgamos que una sociedad justa y equitativa es más beneficiosa para sus miembros y que el que lo sea de hecho ha seleccionado los instintos altruistas que nos hacen interesarnos por quienes consideramos nuestros semejantes.



Así pues, el alienígena racional juzgaría la cosa como un ser humano racional, ni más ni menos. Y éste, en materia de relaciones humanas, está mentalmente preparado para comprender que es indignante e injusto maltratar a alguien. Si hablásemos, de entrada, de “bueno” o “malo” tendríamos problemas para identificar, exactamente, a qué nos referimos. Pero si hablamos de justo e injusto, estamos mucho más preparados para pronunciarnos sobre ello. La injusticia puede ser percibida por niños muy pequeños. No creo que nosotros, los adultos, seamos menos aptos que los críos para captar lo injusto y reaccionar en consecuencia. Si un ser es racional, entenderá, como nosotros, que 2 más 2 son cuatro. E, igualmente, entenderá qué es un acto injusto, inmerecido, indignante.



24.1. El introducir en la argumentación a un extraterrestre racional equivale a decir que cualquier ser racional juzgará de un modo determinado que se intenta probar, sin que importen otros factores que la racionalidad para su juicio. Por lo tanto se está dando a entender con el argumento anterior que todo ser racional dirá que hay comportamientos justos e injustos y que ésa es la clave de la valoración moral y de los juicios morales.

24.2. Podemos estar de acuerdo con la primera parte de la afirmación ya que la justicia como equidad es tan objetiva como la igualdad o la desigualdad de cualidades o cantidades. Cualquier ser racional, humano o no, dirá que hay comportamientos justos e injustos porque sean equitativos o no, pero ésa no es la clave de la moral como apunta usted, Raus, en su afirmación: "Si hablásemos, de entrada, de "bueno" o "malo" tendríamos problemas para identificar, exactamente, a qué nos referimos. Pero si hablamos de justo e injusto, estamos mucho más preparados para pronunciarnos sobre ello."

24.2. Pero no lo estaremos con la segunda si hablamos de actos buenos y malos y damos a cada uno de esos adjetivos un contenido referente a quién es el sujeto de la acción y de los efectos. Cualquier ser racional dirá que un acto que sea bueno para uno a costa de ser malo para otro es injusto o no equitativo, pero no podrá negar que es bueno para uno y malo para otro salvo que vacíe de contenido a los adjetivos "bueno" y "malo".

24.3. Si cada ser humano actúa por una finalidad cuando actúa consciente y libremente, entenderá que hay resultados que cumplen con su finalidad y actos que llevan a esos resultados. Por lo tanto la regla de su comportamiento será dirigir sus actos a un fin como medios para el resultado pretendido y sólo si su fin es una sociedad justa su regla de comportamiento será valorar lo justo como bueno. Hay algo bueno o algo malo como hay vida o muerte, pero la vida del león es la muerte de la gacela y lo bueno para el león es malo para la gacela.

Sería paradójico pensar que el tirano oprime a una sociedad por su propio mal o que creamos que lo hace sin saber que muchos consideran eso como malo para ellos Y si se dice que es malo para la sociedad en algún sentido -cosa con la que estoy esencialmente de acuerdo- el tirano no tendrá más inconveniente en responder que no le importa si es malo para alguno, pocos o muchos siempre que sea bueno para él y sus propios fines.







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