Es falso el axioma según el cual el mayor placer es el mayor bien. Si un hombre delinque y es por ello castigado, cabe preguntarse qué mal es peor: ¿La culpa que lo ha hecho malo? ¿o el justo castigo que ha recibido a raíz de la misma? Siendo el castigo inevitable, es peor la culpa, al ser evitable y causa de todo lo demás. Ahora bien, el delincuente encontró placer en su delito, pues si no no lo habría cometido. Por tanto, el mayor placer no es el mayor bien.
El placer sensible tampoco cuenta con un baremo con el que ser medido. En primer lugar, porque carece de objetividad. Así, para algunos será preferible un placer intenso y breve a otro prolongado y difuso, y a la inversa; o dividirán mentalmente en momentos una sensación que, de hecho, no tiene solución de continuidad. En segundo lugar, porque no integra nociones claras y distintas. Nadie puede decir de veras (esto es, nadie puede probarse a sí mismo) que el vino de Borgoña es superior al arte de la Contrarreforma.
Además, puesto que se asume que la buena política debe aumentar las funciones de utilidad de todos, ¿puedo preguntar cuál es límite? Es decir, si el fin es el placer de todos en todo momento, ¿cuándo se da este fin por cumplido y cuándo se tiene por frustrado? Del mismo modo que la riqueza deja de ser útil llegados a un punto, igualmente el placer no puede ir más allá de la saciedad. Ello implica que el placer no es un fin en sí.
Por último, si el placer es una pasión, ha de darse con cierta independencia de mi capacidad de obrar y de pensar. Luego no depende por completo de lo que haga o piense, sino en gran parte de lo que sienta. El hombre de sentimiento será así más feliz que el hombre de pensamiento o que el de acción. Pero, dado que todos sentimos, ¿qué debo sentir para sentir más y mejor?
¿Es el placer un bien, un indicio del bien, una medida del bien? Intentaré aclarar en primer lugar qué entiendo por "bien".
Usamos "bien", como adverbio, como explicación de la acción o estado que denota el verbo, para significar que algo existe, actúa o funciona del modo que es propio de esa cosa.
Un reloj funciona bien si da la hora sin adelantarse ni atrasarse ni quedarse parado de forma inesperada. Un televisor funciona bien si vemos en él las imágenes con la calidad esperada de un aparato medio. Ejemplos similares nos enseñan por inducción que "bien" se refiere a la forma propia de la acción.
Todo lo contrario, mal. Un reloj que se atrasa o se para funciona mal.
Usamos "bueno" como adjetivo, como explicación de las cualidades del sujeto calificado. Así un reloj bueno es aquél que funciona bien por lo general y un televisor bueno es aquél que funciona de la manera que se espera de un televisor.
Buena salud o encontrarse bien equivalen a mantener el estado de funcionamiento de nuestro cuerpo o mente de manera habitual. Un buen pianista o que toca bien es aquel que interpreta al piano las obras tal como el autor desea que se interpreten esas obras. Un buen ciudadano es aquel que se comporta como se espera que se comporte un ciudadano.
Hablamos por tanto de "bueno" y de "bien" en relación con la forma propia de comportarse las cosas o las personas siendo lo "malo" lo que existe o se comporta fuera de la naturaleza de la cosa o contra ella o lo que causa que exista o se comporte fuera de la naturaleza de la cosa. Un alimento malo es por tanto aquel que nos sienta mal tanto como aquel que está en mal estado. Lo bueno es por su parte lo que se comporta de acuerdo con la naturaleza de la cosa o que causa que algo se comporte o exista según su propia naturaleza.
No debemos olvidar de qué se habla o podrá parecer paradójico que un buen veneno sea aquél que mata más rápido pues logra su fin, o que un buen policía sea aquél que impide que el delincuente consiga sus fines. El bien o el mal se entiende con respecto a un fin determinado de un determinado ser y el fin y el bien de uno puede ser la destrucción y el mal de otro, como con el lobo y la oveja.
Así ¿cuál será el bien del hombre? Conforme a lo visto, su propia existencia de la manera más completa que pueda alcanzar y conforme a sus fines. El bien del hombre será su propia afirmación y el mal, su destrucción. Cualquiera entiende como un mal perder algo que constituye su ser, sus facultades, sus pertenencias o cualquier cosa que le sirva para mantenerse en su estado o progresar en él. Cualquiera dirá sin dudar que es un mal perder un ojo, o la vista o las gafas o el dinero para comprar unas gafas o el trabajo que le permite ganar ese dinero. Nadie duda acerca de cosas tan inmediatamente evidentes.
Se ve como un mal perder la vida o vivir en malas condiciones y todos interpretan cuál es el estado propio de su vida y qué es lo que al serle quitado a ese estado constituye un mal. Un bien es mantener ese estado o progresar en él y todos dirán que es un bien leer sin ayuda a los setenta años o recuperar la agudeza visual tras una operación. Nadie considerará un mal, por el contrario, no tener algo que ni se ha tenido ni se puede esperar razonablemente tener. Ni considerará un bien tener algo que es extraño a su propia naturaleza. No tener branquias no será un mal para un ser humano realista ni éste consideraría un bien que una mañana le aparecieran en el cuello.
También será un bien para un ser humano aquello en lo que pueda alcanzar sus fines o mediante lo que pueda alcanzarlos. En general, aquello que cause en todo o en parte el logro de los fines propios de éste ser humano particular. Un bien será tener cultura, dinero, un buen puesto de trabajo o similares, y lo será también aquello que pueda causar en todo o en parte que tenga algo de lo anterior, como una buena familia, un amigo o un instante de suerte. El mal, lo malo, será para el ser humano su propia destrucción o lo que la causa en todo o en parte.
¿Será, entonces, el placer un bien y el mayor placer, el mayor bien?
Veamos. Un bien puede ser obstáculo para otro si dos fines se contraponen de alguna manera. Ser operado es un mal tomado aisladamente pues supone un riesgo, pero puede ser un bien mayor cuando salva la vida. Del mismo modo, un bien que tomado aisladamente lo es, se convierte en un mal si impide un bien mayor, como una diversión que distrae de estudiar, o un trabajo que impide las relaciones familiares.
Un placer puede ser en sí mismo un bien. Tomado aisladamente, el placer que hace sentir un dulce es de hecho una función normal del cuerpo humano y dejar de sentir el sabor dulce sería una limitación y, por lo tanto, un mal. Pero un placer es indicio de un bien en el sentido de que nuestra fisiología nos da señales acerca de un estado interno de nuestro cuerpo. El sabor dulce es indicio de que algo es un alimento rico en azúcares, que constituyen parte de nuestras fuentes de energía, quizá vitales para unos antepasados nuestros con dieta a base de frutos maduros, ricos en azúcares.
El placer se convierte en un indicio de que la alimentación es buena de modo opuesto a como los olores y sabores desagradables suelen indicar alimentos en mal estado o peligrosos por fermentados o podridos. Sin embargo, ese indicio de un bien, que es así mismo un bien, puede resultar engañoso o incluso oponerse a un bien mayor, lo cual sería un mal. Los edulcorantes artificiales pueden producir sensación dulce y no alimentar, o algunos productos pueden producir sensación de saciedad sin que esto indique que sirvan de alimento. Pero los azúcares en exceso también puede ser peligrosos para la salud sin dejar de ser percibidos como agradables, o el exceso de grasa o el exceso de alimento.
Luego el placer sólo indica un bien parcial, pero no el resultado total de lo que se hace sobre el ser humano. Incluso puede llegar a distraer de otras cosas más necesarias, como bailar de trabajar.
No obstante, el menesteroso experimenta un estado muy poco placentero y quizá esto le indique lo engañoso de haber gastado en fiestas hasta lo que no tenía. Pero no indica que una fiesta o un gasto sean malos en sí o aisladamente, sino sólo como oposición a un bien general. Y también, que al evaluar el mayor placer habrá que tener en cuenta el tiempo pues el que gastó era muy feliz cuando gastaba y terriblemente infeliz cuando acabó acumulando deudas.
Respondiendo a lo demás, los distintos placeres sí cuentan con un baremo y es la preferencia. ¿Preferiremos a J. S. Bach o a Beethoven? Dependerá del momento y de lo que hayamos escuchado antes. Y no podremos decir qué es mejor, si el uno o el otro, pero sí que en un momento preferimos de hecho uno a otro y en otra ocasión invertimos el orden de preferencias. De todos modos, algunas personas siempre preferirán el vino de Borgoña al arte de la Contrarreforma y otros al contrario. Eso no es ninguna paradoja ya que el placer que despierta una cosa y otra no es un indicio de algo objetivo sino del estado subjetivo que resulta de su disfrute. No podemos decir que sea contradictorio que a Pedro le guste el Borgoña y a Juan el arte de la Contrarreforma pues en el hecho están incluidos Juan o Pedro y no hay un hecho de preferencia que no incluya a algún sujeto determinado. Ciertamente carece de objetividad, pero el placer, la felicidad, la salud o cualquier otro bien son del individuo y lo importante no es su objetividad sino su subjetividad. A uno le puede hacer feliz verse rodeado de hijos y a otro recibir galardones académicos mientras que otro se encuentra en su mejor momento aislado escribiendo o leyendo. Son felicidades distintas, subjetivas, pero son los bienes a que distintas personas aspiran. Hablar así de un mayor bien es hablar de algo subjetivo y cambiante. Alguna vez el escritor dejará de escribir para disfrutar de un paseo al sol, por ejemplo. En mi opinión no hay un bien mayor sino un estado en el que se combina el máximo de bienes con el mínimo de males y es el preferido por un individuo, mientras que otro puede aspirar a un combinación diferente.
Un placer no será el mayor bien pero sí será una parte de él ya que la incapacidad para sentir placer es una pérdida de una facultad humana y un mal. Pero cualquier felicidad parcial es también sólo una parte pues la felicidad de la compañía no es compatible a todas horas con la felicidad de leer, por ejemplo. El mayor bien será una combinación de elementos que cambiarán según lugares y tiempos.
6 comentarios:
Continuación del debate entre irich y yo, copiado de los comentarios de la entrada de su blog.
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irichc dijo...
Hola, Sc!
¿Qué diferencia habría entre un buen criminal y un criminal bueno?
Sursum corda! dijo...
Un buen criminal comete sus crímenes con eficacia: hace BIEN su papel. A él le va bien y no le detienen.
Un criminal bueno no hace daño a los demás. En principio sería contradictorio porque si roba o mata hace daño. Se dicen cosas así si roba sin hacer un daño innecesario.
Pero estamos hablando de semántica.
Sursum corda! dijo...
Ten en cuenta que en el primer caso hemos hablado de cómo realiza su acción conforme a sus propios fines.
En el segundo de cómo no es causa de males sino de bienes para otros. Si lo fuera, pongamos, alimentando niños pobres con lo que roba a los ministros de justicia mientras están de caza.
irichc dijo...
Un criminal bueno es, en efecto, una expresión contradictoria, ya que la bondad no se predica aquí del individuo-criminal, sino del individuo-hombre, anterior a todas las tipologías.
Es posible, entonces, que haya individuos buenos que no persigan sus fines (más bien: aquellos fines que se tienen por suyos), y que lo sean precisamente por no perseguirlos.
Respecto al resto de tu escrito:
El placer tiene una función biológica, pero también la tiene el dolor. El placer, pues, no puede ser un bien en sí mismo, si lo es por idéntico motivo que el dolor, su opuesto.
La tesis de que el mayor bien no existe y hay que buscar en su lugar la mejor combinación de bienes es coja mientras se la confíe al criterio subjetivo. Porque ¿qué es lo que hace mejor a una combinación para un individuo particular en un momento dado? Si no hay razón objetiva para llegar a tal estado contingente, como quiere el relativista, o no hay otra que la costumbre, según dice el empirista, nadie tiene derecho a quejarse cuando las circunstancias lo obliguen a elegir combinaciones menos halagüeñas. Se frustrará la voluntad más o menos, y no obstante no se ha demostrado que desear sea un bien en sí. Por tanto, se enfadará uno sin razón y de manera viciosa.
Sursum corda! dijo...
irichc:
"Un criminal bueno es, en efecto, una expresión contradictoria, ya que la bondad no se predica aquí del individuo-criminal, sino del individuo-hombre, anterior a todas las tipologías"
Sc! Obviamente la única forma en que puede no ser contradictorio es que sea bueno en un sentido y malo en otros. Antes ponía el ejemplo del tipo "bandido generoso". Pero esa es la esencia del relativismo: que las cosas son buenas o malas en un sentido determinado y no en un sentido absoluto; relativamente a algo y no en absoluto.
El bandido generoso roba al rico y le hace un mal, pero alimenta al niño pobre y le hace un bien. Ten en cuenta, irichc, que las eximentes de estado de necesidad van en ese sentido.
Pero si nos referimos al hecho de robar, sin considerar ninguna circunstancia, es causar un mal. Pero también lo es causar la muerte y sin embargo muchas personas creerían que hacen un bien ejecutando una sentencia de muerte y librando a la sociedad de un criminal o, en un caso mucho menos dudoso, disparando contra un pistolero que está disparando contra la gente que pasea por la calle.
Evidentemente disparar contra el pistolero o matar a un asesino es causarle un mal, si es que "mal" tiene el sentido habitual, y si se considera justo hacerlo es porque simultáneamente se defiende que es un bien en otro sentido. Y es precisamente este "en otro sentido" en lo que consiste el relativismo moral: en que no juzgará igual el criminal y el juez o la víctima. Después de todo, por eso es por lo que hay criminales y víctimas.
irichc:
"Es posible, entonces, que haya individuos buenos que no persigan sus fines (más bien: aquellos fines que se tienen por suyos), y que lo sean precisamente por no perseguirlos."
Sc! Efectivamente, ya que son buenos como causa de bien aunque ellos sufran un mal por su acción. Esto es lo que se llama altruismo y lo que el cristianismo alaba como que no hay mayor amor que dar la vida por sus amigos".
Sin embargo sufrir un mal intencionadamente y sin que reporte un bien a alguien que lo necesita es visto universalmente como un mal o como una estupidez. Ten en cuenta que al final se valoran los resultados totales.
Siempre he defendido que la frase de Maquiavelo "el fin justifica los medios" es falsa porque se olvida de los resultados totales porque sólo se fija en uno de ellos. Así el que reprueba la pena de muerte o la represión sin contemplaciones del crimen suele olvidar que de su inacción se derivan muchas consecuencias nefastas para la sociedad, mientras que él sólo atiende al bienestar de un solo criminal.
Pero yo diría que las consecuencias son el criterio de los medios.
irichc:
"El placer tiene una función biológica, pero también la tiene el dolor. El placer, pues, no puede ser un bien en sí mismo, si lo es por idéntico motivo que el dolor, su opuesto."
Sc! El dolor es un bien en ese mismo sentido. Veamos varios ejemplos.
Una persona sin sensibilidad en sus dedos puede lesionarse de gravedad. Vea en Google, por ejemplo, diabetes+lesion+pie.
El dolor físico nos hace retirar la mano del fuego, como puse de ejemplo ya. El dolor moral nos hace considerar malas algunas acciones que no lo parecen inmediatamente. Ese instinto de dolernos del mal ajeno es un cohesivo social importante sin el cual la sociedad sería un caos ya que para cuando alguien juzga ha pasado demasiado tiempo, como si alguien tuviera que reflexionar en cada momento si debe mover el pulmón para inspirar s debe mover la palanca de cambios antes o después de pisar el pedal de embrague.
irichc:
"La tesis de que el mayor bien no existe y hay que buscar en su lugar la mejor combinación de bienes es coja mientras se la confíe al criterio subjetivo."
Sc! Estoy de acuerdo, y también con que el mundo en general es cojo en el sentido de que no funciona bien para todos todo el tiempo. Lo cual no debería resultar sorprendente para un seguidor ejemplar de Leibniz.
Los fines que intentamos son exactamente eso: tentativos. La talidomida se administraba como analgésico y sólo después se vio que tenía efectos terribles en los embriones que no desarrollaban sus extremidades.
También se cree que la inflación se controla subiendo los tipos de interés y luego eso puede producir na depresión como la actual. O que la dureza de la educación es excesiva y eso nos hace caer en la situación actual en la que, como en el chiste de Mafalda, los profesores no pegan a los niños ¡los niños pegan a los profesores!
El mundo avanza, si lo hace, a trompicones y a costa de las frustraciones de mucha gente. Lo que esperamos es que el total de frustraciones y frustrados sean menos que el de satisfacciones y satisfechos y que más gente se una al proceso.
Un saludo
surscrd.
Una precisión.
Estoy de acuerdo en que el placer como el dolor no son bienes en sí mismos en ese sentido por lo dicho: sirven de señal.
Obviamente el placer es un bien en sí mismo y el dolor un mal en sí mismo y es su valor de bien o mal lo que entra en el cálculo instintivo que hace actuar de un modo u otro.
Otra cosa es que se diga que el placer (menos probablemente, el dolor) es el bien en sí mismo, como si todo se debiera subordinar a él. Si la vida se entiende como bien, el placer es un bien si la afirma y un mal si la destruye, al menos para quien desea conservar y enriquecer su vida.
Alguien puede decir que la vida tampoco es un bien en sí mismo ya que en alguna ocasión se debe sacrificar por los amigos y ahí entramos precisamente en la necesidad del relativismo: qué es bien para qué y para quién o quiénes.
surscrd
(Copiado del blog de irichc)
irichc:
Un criminal, por definición, no es bueno nunca. Pero el principio dinámico del hombre, que brota de su naturaleza contradictoria, le permite arrepentirse y ser ambas cosas, bueno y criminal. De esta forma reconocemos que hay fines superiores a otros, estando los de la humanidad por encima de los de la criminalidad, subconjunto de ésta. Hay incluso quien considera falazmente que la mejor ética y la más universal es la que contempla al mayor número de seres (ecologismo, animalismo), reduciendo así lo ético a lo sensible. Con lo cual niegan el principio del que partíamos, a saber, que se dan fines superiores al individuo y, por ende, a su experiencia del placer: los altruistas, los patrióticos o los religiosos.
Dicho esto, subrayo que, no siendo males, el dolor y el placer tampoco pueden ser bienes. Una acción es moralmente evaluable cuando es libre, esto es, cuando persigue un fin. El placer y el dolor, en cambio, no se persiguen, sino que resultan inherentes a toda acción. Quien persigue al placer persigue a un fantasma que se desvanece; va tras algo que no es capaz de representar en su intelecto ni de capturar fielmente en su memoria. Puesto que, si se busca la saciedad, el placer es más un estorbo que una ayuda, ya que ambos -saciedad y placer- no pueden darse simultáneamente.
Un saludo.
irichc dijo...
Un criminal, por definición, no es bueno nunca. Pero el principio dinámico del hombre, que brota de su naturaleza contradictoria, le permite arrepentirse y ser ambas cosas, bueno y criminal. De esta forma reconocemos que hay fines superiores a otros, estando los de la humanidad por encima de los de la criminalidad, subconjunto de ésta. Hay incluso quien considera falazmente que la mejor ética y la más universal es la que contempla al mayor número de seres (ecologismo, animalismo), reduciendo así lo ético a lo sensible. Con lo cual niegan el principio del que partíamos, a saber, que se dan fines superiores al individuo y, por ende, a su experiencia del placer: los altruistas, los patrióticos o los religosos.
Dicho esto, subrayo que, no siendo males, el dolor y el placer tampoco pueden ser bienes. Una acción es moralmente evaluable cuando es libre, esto es, cuando persigue un fin. El placer y el dolor, en cambio, no se persiguen, sino que resultan inherentes a toda acción. Quien persigue al placer persigue a un fantasma que se desvanece; va tras algo que no es capaz de representar en su intelecto ni de capturar fielmente en su memoria. Puesto que, si se busca la saciedad, el placer es más un estorbo que una ayuda, ya que ambos -saciedad y placer- no pueden darse simultáneamente.
Un saludo.
Blogger Sursum corda! dijo...
Veamos. Temo que no coincidimos en terminología.
Dices que "Un criminal, por definición, no es bueno nunca."
Un criminal por definición no es bueno en su criminalidad como el más joven de un consejo de ancianos es el más joven siendo viejo. Evidentemente si el criminal que acaba de robar un banco salva a un niño de morir atropellado ha sido malo y es bueno, salvo que pensemos o digamos que el atracador de bancos no puede salvar siquiera al hijo de su hermana de morir bajo un camión.
Pero de robar bancos no se deduce la incapacidad para hacer otra cosa buena. Incluso si uno roba por necesidad y alimenta a sus hijos causa un mal en función de un bine, atenuante que es contemplado por cualquier juez de manera favorable.
En cualquier caso, el criminal lo es por hábito, no por esencia, y deja de ser criminal en los momentos y actos en que no lo es.
Obviamente, el relativismo trata de evitar las aparentes contradicciones distinguiendo que alguien es malo en unos casos en un cierto momento, aspecto o relación y puede ser bueno en otros, cosa que no cesaremos de agradecer a Aristótles.
Así, cuando uno es bueno para sí mismo -afirmación trivial ya que cumple s propio fin que es la vida y emplea los medios que tiene a su servicio- la cosa tiene un interés psicológico o de ética descriptiva. Pero lo que interesa en un ética normativa de aplicación social es que alguien sea bueno o malo con los demás.
Si alguien es malo con los demás no importa moralmente que sea bueno consigo mismo, ya que eso es lo que se espera. Pero la situación no es tan sencilla porque puede ser bueno con unos y malo con otros, aparte de lo trivial de ser bueno consigo mismo. Y en ese paso nos espera el relativismo. ¿Por qué y con quienes alguien es bueno o malo? ¿Por qué con nos sí y otros no o nas veces sí y otras no?
Será fácil llamar egoísta o malvado a alguien que es bueno consigo mismo a costa del mal ajeno, pero la cosa se complica si está implicados colectivos. Saladino será un héroe para los musulmanes y Ricardo para los cruzados, pero cada uno será un malvado para el otro bando. Tariq un conquistador para los musulmanes, un invasor para los españoles. Cortés o Pizarro, glorias de España y destructores de Mejico o Perú para los indígenas.
Dices que "reconocemos que hay fines superiores a otros, estando los de la humanidad por encima de los de la criminalidad".
Unos lo reconocemos, otros no. Y lo reconocemos para unos fines sí y para otros no. Por ejemplo, me parece antinatural la supuesta actitud de Sócrates negándose a huir para salvarse de una muerte injusta por respeto a las leyes, aplicadas mal o bien. La sociedad sirve a la vida del hombre como un seguro en que pagamos con ciertas restricciones a cambio de la expectativa razonable de algunos beneficios. Pero cuando la expectativa razonable de beneficios se convierte en la certeza de un mal desproporcionado (es decir, que no repara un bien ni contribuye a prevenirlo sin ir mas allá de esas necesidades), el individuo queda, a mi juicio, liberado de sus obligaciones por la injusticia de la sociedad.
El criminal es quien pone su bien de tal manera por encima de los dela sociedad que no reconoce otros fines que los suyos propios, a pesar de que obtiene numerosos bienes de la sociedad y sólo le devuelve males. Lo que sucede es que uno juega hipócritamente con la probabilidad de seguir recibiendo bienes sin dar nada a cambio o devolviendo males mientras que otros tratamos de ser equitativos en lo dado y esperamos ser tratados de la misma manera en lo recibido.
Pero que hay criminales constata que no todos ponemos los fines de la sociedad por encima de todo. que haya sociedades criminales, la nazi, por ejemplo, constata que no todos los fines sociales pueden estar por encima ni deben ser aceptados como superiores.
Dices que "Hay incluso quien considera falazmente que la mejor ética y la más universal es la que contempla al mayor número de seres (ecologismo, animalismo)".
Considero también que es una ética falaz cuando se confunde justicia con benevolencia o cuando pone por encima de los fines humanos fines caprichosos que no son de una Naturaleza o seres vivos que hayan delegado la defensa de sus derechos en los ecologistas o animalistas, sino la mera voluntad, ocurrencia o capricho de unos individuos que tratan de imponérselos a otros individuos.
Con los animales o la Naturaleza sólo podemos tener el comportamiento que nosotros establezcamos ya que no hay pacto posible ni correspondencia con nadie que no sea un ser humano capaz de ejercer sus derechos o ser sujeto de obligaciones en favor de nuestros derechos.
Dices "reduciendo así lo ético a lo sensible".
Lo ético no se reduce a lo sensible pues lo sensible es el dato inmediato y hay fines que abarcan un conjunto de realidades. Me duele un pinchazo para extraerme sangre, y los niños lo rechazan por es motivo, pero yo sé que hay algo que debe hacerse en vista de un fin superior, como salvar mi vida o mejorarla. Un pequeño mal más un gran bien dan un resultado total positivo.
Del mismo modo, pagar impuestos es desagradable, pero contribuyen a que se sostenga el Estado que nos defiende y nos atiende. Hay regularidades que son las que importan en la ética y que abarcan elementos que podrán parecer contradictorios como sufrir para disfrutar: madrugar para ir de viaje, por ejemplo.
Dices que "se dan fines superiores al individuo y, por ende, a su experiencia del placer: los altruistas, los patrióticos o los religiosos."
Por supuesto, como he afirmado en el párrafo anterior. Pero los fines superiores al individuo no comienzan ni acaban por encima del individuo sino que se distribuyen entre los individuos. Los fines del Estado, el bien del Estado, se distribuye entre los individuos de manera que el bien del Estado no puede ser el mal de los individuos pues el fin de la asociación de los individuos, lo realmente existente, es el bien de todos y cada uno de los individuos o, mejor dicho, la expectativa razonable, aunque sometida a los azares de la vida, de vivir mejor.
Así, cuando uno paga la prima de un seguro no considera un mal absoluto quedarse sin tal cantidad de dinero sino cubrir la eventualidad de un daño. Pero pagar una prima con la certeza de que no se va a recibir beneficio alguno sería absurdo y antinatural. Y si nadie aceptaría eso como un seguro, nadie aceptaría eso de un Estado sin negociarlo, ya que alejarse de la sociedad en absoluto es imposible. O emigraría, si es posible, a otro Estado.
Pero los fines altruistas o patrióticos tienen una naturaleza similar. El altruismo se aplica con individuos que nos reportan algo en algún sentido. Desde un punto de vista biológico evolutivo, el altruismo se explica porque el individuo que tiende a reproducirse obtiene quizá una probabilidad mayor de perpetuar sus genes mayor si se sacrifica que si no lo hace.
Y en una sociedad civil o religiosa, entran en juego calculos sociales sobre la disposición de cada individuo a ser colaborador o egoísta. Así, el altruismo social equivale a pagar una prima de ayuda y demostrar que se está en disposición de seguir pagándola a otros, que pagan la prima a esa mutualidad con la expectativa de quedar protegidos en el caso de una desgracia.
Uno va a la guerra no con la certeza de morir y quedar aniquilado en sí mismo y en su familia. Para eso se suicida en compañía de sus familiares. Va con la expectativa de volver o de que alguno de sus seres queridos o conciudadanos se salvarán.
Pero el bien de la sociedad es tal si la suma de expectativas individuales es positiva. Si fuera negativa la sociedad sería un absurdo y se autodestruiría en una plazo breve.
Dices que "subrayo que, no siendo males, el dolor y el placer tampoco pueden ser bienes. Una acción es moralmente evaluable cuando es libre, esto es, cuando persigue un fin."
El placer o el dolor no son aisladamente moralmente evaluables. Pero son bien y mal respectivamente. Disfrutar del placer, sea cual sea, es un bien y es un fin perseguible, sólo sometido a su combinación con oros y a la evaluación resultante. De hecho es lo que dirige la voluntad humana, pues la voluntad y la intención siempre están en movimiento.
Lo moralmente elogiable o reprensible no son los placeres o dolores sino las acciones de un ser humano hacia otros, por encima o debajo de un nivel esperable. Es decir: son un bien para la sociedad como el placer es un bien para el individuo: como afirmación de su propia existencia. El placer es un estado de disfrute de la existencia y actividad normal de un ser vivo y un indicio para este ser de que tal acto se adecua a su finalidad como ser vivo. Y cada ser vivo siente y evalúa su placer.
La sociedad no es un ser y por lo tanto no tiene placeres ni sensaciones ni evaluaciones aparte de las de los individuos. Pero si el fin de los individuos que la componen es determinado estado de la sociedad, determinados actos individuales serán conformes a ese fin y a ese estado de cosas y otros no. Pero la indicación que es el placer para el individuo de que una actividad es conforme a su naturaleza y fin propio debe ser en la sociedad la indicación de unos individuos a otros por los comportamientos de los individuos, -no habiendo otros seres que los individuos- de que son conformes o no con el fin de la sociedad.
Por lo tanto unos individuos darán a otros noticia de que tal comportamiento se adecúa al fin de la sociedad y le informarán a través del conocimiento o le darán señal y parte del bienestar o malestar que causan a través de un bienestar o malestar individual.
El fin social que existe como reparto de fines individuales se expresará, por tanto, como un reparto de bienes individuales o males individuales y el placer de una sociedad que, como ser no puede sentirlo, será sentido por cada individuo.
El altruismo y los fines patrióticos son sólo explicables-incluso en el sentido de desplegables- como fines individuales. son superiores a fines puramente egoístas como lo es pagar un seguro cuando existe el riesgo de sufrir un mal. Uno está en la situación de no tomar precauciones si no quiere, pero el seguro garantiza protección ante lo azaroso y es una mejor situación estar asegurado que no estarlo.
En el caso del estado y la ley, un individuo protege mejor sus intereses organizado dentro de un Estado que como individuo aislado. En ese sentido, los fines sociales son superiores a los egoístas, reducidos adecuadamente a sus elementos, que son los individuos y sus fines.
El placer o dolor no se evalúan moralmente sino íntimamente porque son estados y señales de bienestar o malestar del individuo. Los comportamientos morales se evalúan socialmente: se elogian o se censuran, porque, correlativamente, son estados y señales del bienestar o malestar de la sociedad.
Un saludo.
surscrd
(Copiado del blog de irichc)
irichc dijo...
Sc!
Al decir "reconocemos que hay fines superiores a otros" me refiero a nosotros, los que aquí discutimos, los filósofos (algunos), etc. No he pretendido la aquiescencia unánime.
Sobre Sócrates: Su grandeza estriba en que, estando liberado de la ley por derecho natural, se sometió a ella por derecho divino, es decir, por no creer que la soberanía emanase del pueblo, sino de Dios. Así, pese a estar ésta en manos de instrumentos insensatos, merecía el respeto que los sofistas le habían negado, convirtiendo la ley en opinión y la opinión en ley.
Sobre las leyes injustas: No deben obedecerse jamás si implican un daño ajeno. Si el daño es propio, uno elige entre éste y el castigo por el incumplimiento.
Sobre el contrato social: No existe, es un invento de Rousseau. El Estado es un agregado social, no una componenda. De la misma manera que no decidimos formar parte de nuestra familia, tampoco nuestra voluntad afecta a la constitución del Estado, que nos precede siempre. El dilema no se produce entre ser libre y no ser, como creerán todas las ideologías revolucionarias, mas entre ser social y ser animal.
Sigo.
irichc dijo...
"El placer es un estado de disfrute de la existencia y actividad normal de un ser vivo y un indicio para este ser de que tal acto se adecua a su finalidad como ser vivo. Y cada ser vivo siente y evalúa su placer."
El placer es un sentimiento de incompletud que nos obliga a mendigar bienes ajenos, y que en su paroxismo nos inclina a juzgar los males como si fueran bienes. Sólo hay un placer inmanente: el de conocer (en Spinoza, el amor intellectualis Dei).
"En el caso del estado y la ley, un individuo protege mejor sus intereses organizado dentro de un Estado que como individuo aislado. En ese sentido, los fines sociales son superiores a los egoístas, reducidos adecuadamente a sus elementos, que son los individuos y sus fines."
Si el Estado fuera un fin para cada súbdito, carecería de esencia propia. En realidad, no es más que el marco de orden en el que los individuos realizan sus fines, siempre que estos no atenten contra el fin supremo de la preservación de la comunidad y su forma política.
Es un engaño de la filosofía política burguesa el concebir al pueblo como un Proteo que a voluntad decide qué apariencia tomar en cada momento. Roto el vínculo jurídico entre dos configuraciones históricas (la monarquía y la república, p.ej.), vano es hablar del mismo pueblo en los dos casos, como no se produzca una suerte de restauración con posterioridad.
Un saludo.
irichc:
Está en la naturaleza de nuestra capacidad de conocer asentir a aquello que vemos claro y dudar de lo que nos parece dudoso pues es una sola cosa ver algo con evidencia y encontrarlo evidente.
Así que, cuando en un debate nos encontramos en posturas distintas, tan natural es creer que el otro debería ver evidente lo que nosotros vemos como que sólo lo verá por sí mismo y en la medida en que comparta nuestros puntos de vista, cosa que resultará casi por entero de su propio esfuerzo y sólo parcialmente del hecho de que le hayamos presentado tales datos o tales razonamientos.
Del mismo modo, podemos cambiar nuestra opinión o modo de pensar sólo si llegamos a ver evidente o probable lo que el otro nos aporta.
Una fuerza superior a nosotros podría obligarnos a decir que vemos evidente lo que no vemos evidente, pero no a verlo de hecho. Por lo tanto el diálogo y la tolerancia se basan en reconocer que sólo la evidencia de los hechos y la validez de los razonamientos puede hacer que alguien crea y no meramente diga que admite tal o cual cosa.
Digo esto porque nuestras afirmaciones son en muchos casos distintas y no cabe otra cosa que enviar nuestros argumentos como testigos de cada uno al tribunal de la razón del otro, que los juzgará.
Quizá nuestros lectores encontrarán que las razones de alguno de nosotros o de ambos le convencen o le convienen, o aportará las suyas al debate. Sirva esto de justificación a que escribamos aquí sin llegar a un acuerdo, al menos inmediatamente.
Dices que "Al decir "reconocemos que hay fines superiores a otros" me refiero a nosotros, los que aquí discutimos, los filósofos"
Cualquiera lo admite en la medida en que le resulta evidente. Mientras el estudiante está de fiesta no recuerda la necesidad de estudiar, pero cuando pierde el curso o sus estudios reconoce, aunque no lo diga, que no esperaba ni deseaba llegar a esa situación y que podría haber dejado las diversiones para mejor momento.
O quizá piense que malgastó su tiempo mientras estudiaba y que su vida plena debe ser una sucesión de fiestas mientras dure.
Cualquiera subordina unos fines a otros, pero cada uno los suyos y a su manera.
Dices que Sócrates se sometió a la ley por derecho divino y no a una soberanía emanada del pueblo. Sin embargo, Sócrates, hombre justo, había sido condenado injustamente por sus acusadores, sus jueces y por los atenienses.
Si se sometió a algo fue a una justicia humana injusta y contra su propia vida, cosa que resulta antinatural para todos menos para los que crean que ha de someterse lo que vemos a lo que no vemos y lo que conocemos con certeza a lo que meramente especulamos.
Dices que "las leyes injustas: No deben obedecerse jamás si implican un daño ajeno. Si el daño es propio, uno elige entre éste y el castigo por el incumplimiento."
Es trivial decir que alguien perjudicado por las leyes se ve obligado a sufrir el castigo que deriva de cumplirse la ley o el que deriva de no cumplirla. Sin embargo, muchos creemos que el ciudadano no es un súbdito y que sólo está sometido a la ley en la medida en que puede crearla y cambiarla, al mismo tiempo que se beneficia de ella. Pero si no puede ni participar en la creación o modificación de las leyes y sólo recibe daños o más daños que bienes o lo cree así, esto equivale a que quienes las crean o modifican lo tratan como a un enemigo y no como a un conciudadano, por lo que lo natural será que se rebele no contra las leyes, que en sí mismas no son nada, sino contra los legisladores, jueces y ejecutores, es decir, contra quienes dirigen el Estado o participan de él.
Dices que "el contrato social: No existe, es un invento de Rousseau. El Estado es un agregado social, no una componenda".
Evidentemente el contrato social no existe, tal como lo entiende Rousseau. Sí existen diversos contratos sociales como los Estados que derivan de la voluntad de sus ciudadanos -o de parte significativa de ellos- y que se expresan en sus Constituciones. Pero históricamente no ha habido, salvo esos casos,un momento fundacional del Estado o de la Sociedad.
Sin embargo el Estado y la sociedad son de hecho agregados, como la docena lo es de doce unidades, sin que haya habido un momento en que doce unidades decidieron constituirse en docena. Si observamos un Estado y su funcionamiento lo podemos reducir a sus miembros sin que quede nada aparte de ellos. Cada unidad del conjunto es parte de la existencia y del funcionamiento del conjunto pues cualquier otra cosa que faltara habría de ser algo. Pero no hay nada aparte de los seres que existen. Esto es el reduccionismo aplicado a la idea de Estado.
El Estado hace o sufre lo que hacen o sufren sus ciudadanos: unos a favor de otros o en contra de otros. Y cada ciudadano hace o sufre en favor o en contra de otros ciudadanos siendo las instituciones meros entes de razón que denominan conjuntos de ciudadanos y sus facultades.
Dices que "El dilema no se produce entre ser libre y no ser, como creerán todas las ideologías revolucionarias, mas entre ser social y ser animal."
La naturaleza del ser humano es social y por tanto no le cabe no serlo sino dejar de actuar como social o actuar de modo antisocial. Ha nacido en un entorno social, debe su vida a dos individuos y la mayoría de lo que es su comportamiento a la cultura de quienes le rodean y de los que aprende. Valga de ejemplo mejor el lenguaje.
El individuo humano no puede, por tanto, dejar de haber nacido, haber sido alimentado o haber recibido el lenguaje y la cultura, y sólo le cabe partir de la situación de ser lo que es para ser lo que quiera o pueda ser.
Dices que "El placer es un sentimiento de incompletud que nos obliga a mendigar bienes ajenos".
He aquí un ejemplo de radical desacuerdo entre nosotros. Afirmaré simplemente lo que creo que es evidente. La vida es por esencia incompleta y nos revela sin lugar a dudas que sólo somos una parte del mundo. No podemos dejar de respirar, ni podemos oponernos por mucho tiempo a nuestras necesidades ni podemos conseguir totalmente lo que queremos ni evitar totalmente lo que no queremos.
El dolor es signo de ese estado de carencia con respecto a la vida en su plenitud. Moriremos sin alimento y eso se revela como el signo de hambre. O con el frío o el dolor que sigue al daño físico. Pero bien alimentados, descansados, íntegros en nuestro cuerpo y sus funciones sentimos placer.
Sentimos placer al ver, al alimentarnos, al movernos sin problemas, al sentirnos sin taras, al sentirnos completos.
Pero es obvio que para sentir ese placer dependemos del mundo y de nuestra acción sobre él y la de quienes nos ayudan. Esa es la necesidad, pero el placer resulta de atenderla adecuadamente.
¿No sentimos placer al beber en un día caluroso? Acaso con otra fisiología no necesitaríamos tanta agua, pero la necesitamos y sentimos placer cuando tenemos la que necesitamos. El dolor señala un estado de carencia o de destrucción. El placer, de plenitud y afirmación vital.
Puede suceder que, al tomar conciencia de que sentimos los placeres tras atender a necesidades que muchas veces no podemos evitar o que nos resultan urgentes aunque no sean vitales, sentimos la necesidad, no el placer, como una carencia esencial y nos dolemos de ella.
Pero el ser vivo implica eso: usar recursos para construir lo que no somos o para reparar lo que se pierde. Nuestra fisiología consiste en usar la energía del exterior para construirnos y funcionar y eso es inevitable. Lamentarse de ser así equivale a lamentarse de ser y eso es autodestructivo.
Es posible tal autodestrucción y añadir un mal real sobre una mera cualidad esencial de la vida. Y si se teme la carencia pero se obtiene una mayor o si se teme la destrucción pero se consigue una mayor tal cosa será posible, pero no inevitable y lo malo no vendrá de lo que somos sino de lo que hemos elegido ser.
Dices que "Si el Estado fuera un fin para cada súbdito, carecería de esencia propia. En realidad, no es más que el marco de orden en el que los individuos realizan sus fines"
Debemos precisar: si el Estado fuera un fin distinto para cada ciudadano y los diferentes fines fueran incompatibles el resultado sería pequeño, nulo o negativo. La existencia del Estado consiste en la cooperación de los individuos, es decir, en que los fines de cada ciudadano sean compatibles y de ello resulte un mayor resultado para cada uno y mayor en conjunto.
Pero, aparte de la conjunción de fines individuales, no hay otro fin en el Estado ni, aparte de lo que hagan los individuos, habrá nada que haga el Estado pues el Estado no es nada aparte de los individuos que lo componen y de lo que hacen para componerlo.
Para responder al último párrafo sobre si el pueblo persiste tras los cambios políticos basta recordar que todo lo que es compuesto se reduce a los elementos que lo componen y al modo como se relacionan. Así, un reloj son sus partes montadas pero no si están separadas sobre una mesa. Si quitamos las piezas o las desmontamos no hay reloj. Pero si sustituimos unas piezas por otras equivalentes diremos que persiste el reloj en un cierto sentido aunque no en otro. El problema consiste en obstinarse en las palabras y negarse a ver lo simple de que algo se compone de partes y que éstas pueden cambiar manteniendo las relaciones que tenían las partes anteriores.
Del mismo modo, el Estado son tales individuos relacionados de tal forma, donde importa la forma o estructura. Cuando las mismas gentes cambian de república a monarquía no necesitan variar otra cosa que las relaciones que hay entre ellas, como dos amigos que dejan de serlo sin dejar de existir.
Sucede, sin embargo, que las relaciones sociales y políticas no son asunto de todo o nada y que hay relaciones sociales como las de propiedad, las culturales, las familiares que pueden no verse modificadas en nada si cambian, por ejemplo, las políticas que conciernen a las altas magistraturas del Estado, como el paso de monarquía a república.
Decir que no persiste el pueblo será tan absurdo como decir que los que antes eran dueños de sus casas han dejado de serlo, que los padres han dejado de serlo de sus hijos o que ya no se entienden al hablarse unos a otros.
Un saludo.
Este mismo debate en el blog de irichc
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